Dos patrulleros y dos motos de la Policía acudieron al pedido de auxilio de un comerciante que vio una situación de hurto en su local. Al entrar al comercio, los policías descubrieron que la protagonista del incidente era una niña de 12 años que había intentado llevarse sin pagar una caja de lápices y otra de marcadores.
Cuando fue consultada por medios locales, la madre de la niña dijo que su hija estaba muy arrepentida y que le había dicho que había tomado esa decisión para conseguir útiles para sus hermanas y aliviarle la carga de gastos a días del inicio de clases. Y concluyó que “la Policía exageró”.
El episodio ocurrió este lunes en la localidad pampeana de General Pico, en una librería y bazar del centro de la ciudad. Según pudo saber LA NACION, el comerciante llamó a la Policía y dijo: “Me están robando”, sin precisar que la autora del hecho era una niña.
Un video que se viralizó ayer y en el que puede verse a la niña subiendo a un patrullero generó la especulación de que la niña había sido demorada en una comisaría. Sin embargo, el defensor de los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes de esa provincia, Juan Pablo Meaca, lo negó.
“Al detectar que se trataba de una niña, la fuerza inmediatamente dio intervención al personal de la Unidad Funcional de Niñas, Niños y Adolescentes para que le dé seguimiento al tema. No estuvo ni privada de la libertad ni judicializad porque nuestras normas lo prohíben. No hay ninguna posibilidad legal de detener a una niña de 12, ni de 13, 14 o 15 años″, expresó el funcionario.
La razón por la que acudieron al lugar tantos oficiales tuvo que ver, aclaró el defensor, con que esos móviles estaban cerca del lugar y desconocían las particularidades del hecho. Y en alusión al video, Meaca explicó que la niña subió al auto policial con personal de la mencionada Unidad Funcional de Niñas, Niños y Adolescentes sin mantener ningún tipo de contacto con los oficiales de policía. “El personal la acompañó hasta la sede de ese organismo, donde ya se encontraba un referente familiar que la esperaba”, agregó.
¿Se preservó la identidad?
La niña, de quien se preservan los datos para resguardar su intimidad, tiene 5 hermanas y vive en el seno de una familia de escasos recursos. Su papá murió hace unos años a causa del covid y su mamá, jefa de hogar, alquila la vivienda donde viven. Fuentes de la Defensoría expresaron que al día siguiente de lo sucedido el equipo del área de Niñez de la provincia se acercó al hogar para darle seguimiento asistencial a la familia. LA NACION intentó contactarse con la mamá pero no obtuvo respuesta.
A pesar de la extensa difusión de datos e información sobre el caso en los medios, en donde se viralizó, incluso, el nombre de la mamá, Meaca enfatizó la necesidad de preservar su intimidad. “Somos una localidad chiquitita, entonces rápidamente uno termina identificando a los niños y no quiero eso. Esto no pasó de una travesura. Ahora habrá que valorar si tiene algún contenido socioeconómico, pero no queremos que la marque y termine perjudicando su vida social”, explicó.
Marisa Graham, titular de la Defensoría de Niños, Niñas y Adolescentes de la Nación, sostiene que existe un protocolo establecido para este tipo de actuaciones policiales, según el cual cuando hay presencia de niños, niñas o adolescentes, la fuerza debe comunicarse de inmediato con el organismo encargado de la protección de la niñez en esa jurisdicción, que debe velar para que no se vulneren sus derechos. El organismo que preside, de hecho, participó en la redacción de ese protocolo.
Graham parte de una premisa básica: por su corta edad, una niña de 12 años no es punible. Por ende, no se iniciará ninguna causa judicial, como ocurriría si el autor fuera mayor de 16 años o más. “En un caso de estas características, si la fuerza policial llega y se encuentra con la presencia de un niño o una niña, se tiene que comunicar de inmediato con la autoridad de niñez para determinar los pasos a seguir. No se puede demorar a un niño en una comisaría”, explica Graham en diálogo con LA NACION. Entonces se definirá si la autoridad contacta a los padres y se espera que se acerquen a retirarlo, si se lo traslada a su domicilio, o si debe intervenir algún otro organismo de niñez.
La funcionaria afirma que cuando tomó conocimiento del hecho, sintió mucha tristeza. “La nena hace lo que hace para sacarle un peso a la familia. Es muy frecuente que los chicos y chicas adolescentes de familias pobres sientan que tienen que descargar la presión de sus casas, ya sea saliendo a buscar comida o, como en este caso, a buscar útiles”, reflexiona Graham.
Según un estudio cualitativo llevado a cabo por Unicef en 2019, cuando los niños, niñas y adolescentes identifican un empeoramiento en la calidad de vida del hogar, manifiestan que intentan colaborar con la supervivencia. “Los adultos les comparten las dificultades, por ejemplo, en el acceso a los alimentos, pero también a los medicamentos, turnos médicos y otros servicios públicos”, puede leerse en un pasaje del informe titulado “Efectos de la situación económica de las niñas, niños y adolescentes de la Argentina”. En el mismo informe se pondera que muchos “niños, niñas y adolescentes manifestaron que intentan colaborar con la supervivencia en el hogar”.
“En los últimos tres meses, es récord la cantidad de chicos que no sólo han caído en la pobreza sino que también se cortó todo el andamiaje social de contención y acompañamiento en casos de vulnerabilidad”, reflexiona Meaca. “Si este hecho lo hubiera protagonizado un adolescente y entonces fuera punible, también sigo creyendo que el Estado no puede renunciar a tratar de reinsertar socialmente a ese pibe”, concluye.