Prestigioso y popular. Hernán Piquín conjuga ambas características en su profesión, a partir de un talento descomunal para dominar el universo de la danza más clásica y compleja, así como por su don de visibilidad pública que alcanzó en sus años de trabajo en el Bailando por un sueño.
El artista ha atravesado todo tipo de situaciones, principalmente en lo relacionado al mundo de la privacidad por sus comienzos en esta rama de expresión tan maravillosa. Por eso no dudó en reconocer que experimentó una circunstancia familiar muy delicada.
Todo se remonta a sus primerísimos años de vida, cuando se topó con la danza y percibió que había nacido para explorar esa pasión. Evidentemente, Hernán se topó con una sociedad disímil en esa época, lo que le trajo aparejado prejuicios y adversidades.
En su visita al piso de Vuelta y media, el ciclo radial que conduce el genial Sebastián Wainrach, Piquín recordó su primer contacto con el baile y contó: “Veía un programa que se llamaba Noche de gala. Eran unas funciones que se grababan en el Colón y las pasaban en el canal y a veces había participaciones de los mismos bailarines en vivo en el programa”.
Eso derivó en la confesión de la reacción de la familia y se animó a admitir la peculiar decisión que ejecutaron sobre ese pequeñín de cuatro años. “Terminé en el psicólogo”, expresó. Para luego ampliar la recomendación que realizó el especialista con una concepción genial.
“Les dijo a mis padres: ‘Miren si el miedo de ustedes es que el chico salga homosexual ustedes lo van a mandar a ser futbolista o camionero o lo que sea y si tiene que se lo va a ser”, sostuvo. Y también, Hernán aclaró el final agradable: “Salimos de ahí, fuimos a comprar ropa para el Teatro Colón”.