La primera edición argentina de Gran Hermano fue en 2001. De aquella a la nueva cambiaron algunas cosas, pero otras no. Allá y ahora, aunque hay quienes no comulguen con la idea de que un programa sea un reflejo de la sociedad, lo es.
Todas las épocas marcan un pulso y tienen sus arquetipos. Pertenezcamos o no a ese ‘espíritu de moda’, es injusto negar su existencia. Quienes ingresan a GH encarnan algunos estereotipos que son los que la producción elige en función de lo que cree que va a redituarles en votos o en “conversación digital”; que no es más ni menos, la cantidad de veces que son tendencia en redes sociales.
En el museo argentino de la televisión quedará por siempre el momento en el que Soledad Silveyra le decía a una participante expulsada por el voto del público, que debía hacerse “fuerte” por el atentado terrorista que había derribado las Torres Gemelas.
Veintitrés años después, ¿estamos seguros de que a un exparticipante le importe recibir una noticia similar al salir? En las últimas ediciones, cuando les muestran algo “del afuera”, lejos de contarles sucesos periodísticos, el foco está puesto en “prepararlos para la fama”.
En ese primer contacto con la realidad aun estando en la casa, lo que más los sorprende es la cantidad de repercusiones que tuvieron en los medios, los ships (romances que el público fantaseó en redes sociales) o la cantidad de seguidores que sumaron. Claro, vivimos en el siglo 21, pleno apogeo de la era del yo.
Cabe preguntarse, ¿cuál yo? En este momento de la historia de la humanidad en la que exponemos nuestras vidas en redes sociales, el fenómeno GH no es sólo el de un reality show, porque para realidad ya tenemos la vida demasiado narrada. Quizás hace 21 años la atención pasaba por ver “gente como uno” viviendo frente a las cámaras.
Hoy el participante promedio oscila entre chicas lindísimas y coquetas y chicos de gimnasio (o gymbro), casi siempre aspirantes a influencers. Aunque la nómina se completa con personas de bajos recursos y personas mayores. Y el infaltable cordobés.
Ulises Apóstolo, de la Legislatura de Córdoba a Gran Hermano
Hasta ahora con eso alcanzaba. Pero parece que esta vez no es suficiente, en esta edición, la particularidad está dada por algunos “famosos” o personas vinculadas a: desde el hijo de un popular actor de la televisión peruana, hasta la ex de un jugador de Boca, pasando por la hija de un reconocido exfutbolista. La selección no ha de ser inocente.
Si el GH de 2001 fue un fenómeno televisivo, el de 2022 y 2023, amén de las mediciones, fue un fenómeno de redes sociales. En parte también por personajes que se ganaron al fandom o que crearon controversia por sus actitudes, como el de ‘Furia’. En un mundo donde las redes sociales nos despojan de la intimidad, el fenómeno del reality no parece tanto pasar porque sean “personas como uno”. Hasta el propio conductor, Santiago del Moro, se despidió en la gala debut diciéndole: “No sean plantas”, en clara alusión a las críticas que tuvieron las últimas dos ediciones cuando los participantes se la pasaban durmiendo y arengándolos a ‘que jueguen’.
La edición de 2022 fue la undécima en nuestro país. Cuando se emitió, el consumo televisivo había caído, por eso el rating que tuvo fue una sorpresa para los que anunciaban el fin de la televisión. No obstante, se sostuvo porque también fue un boom en redes sociales que consolidó el fenómeno del ‘fandom’: grupos de fanáticos de tal o cual participante que además de hacer clips sobre su ídolo, se organizaban para juntar plata –lo que se conoce como “unificación”– y comprar “votos turbo” que valían más que los votos simples. Ese dinero se usaba para “sacar al enemigo” o sostener al propio. Sin embargo, no faltó quien se “fugó” con lo recaudado. Motivo por el cual, en los streams de esta edición ya advirtieron que no transfieran dinero “a ninguna unificación”. Otro fenómeno de la época: las estafas online.
Los hábitos de consumo actuales difieren mucho de aquella primera edición. El rating por sí mismo es importante, pero se suman otros elementos de la época mediática en la que vivimos. Hace 23 años, solo unos privilegiados podían ver el 24 horas, hoy se puede disfrutar en el plan gratuito de una aplicación. Esto permite al fandom capturar videos, hacer recortes y subirlos a redes, de manera que el que parecía “el favorito de la producción” se vio desplazado por el favorito del público. Incluso hubo clips que la propia producción debió armar ante el pedido de la audiencia en redes sociales. El protagonista de este GH será el que logre conquistar la conversación digital en todas las plataformas: el recorte diario del canal, las redes sociales y los programas satélites. De eso dependerá también la permanencia del programa.
De aquella primera edición a esta, algunas cosas han cambiado. Quizás, a diferencia de la primera edición, el espectador ya no busca verse a sí mismo en la tele, si no ver a uno que encarna lo que quiere ser: influencer.
Lo que no ha cambiado es que esos personajes o los motivos por los cuales el programa se sostiene hablan de la sociedad que los ve. Sea la del 2001 o la del 2024. Porque así como la nueva música le habla a una nueva generación, los realities de moda también le hablan o están dirigidos a un público específico. Y esos participantes y ese público son también un reflejo de una parte de la sociedad.