“Ahora que terminó el juicio estoy tranquila, muy tranquila”, confiesa a PERFIL María Ninfa Aquino, conocida como “Nina”, en su casa de la localidad bonaerense de Pablo Podestá, rodeada de sus mascotas. La empleada doméstica que trabajaba para José Enrique del Río (75) y María Mercedes Alonso (72), el matrimonio asesinado a tiros por su hijo Martín (49) en su casa de Vicente López, pasó dos años intensos: estuvo presa dos semanas por una falsa imputación, perdió el trabajo y se convirtió en la testigo clave que desenmascaró al parricida, quien hace una semana terminó condenado a reclusión perpetua en un fallo unánime dictado por un jurado popular.
“Recién pude empezar a dormir bien, porque le tengo mucho miedo a los muertos. Estoy traumada con los muertos. Al principio, cerraba los ojos y veía la cara de Enrique. Así todo el tiempo, todo el tiempo”, recuerda sobre los primeros días. “Pero ahora estoy tranquila acá en mi casa, con mis animalitos. Sinceramente le digo, estoy tranquila. Y bueno, ojalá que Martín quede encerrado para siempre”, dice.
—¿Qué sintió cuando supo que lo habían declarado culpable?
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—Alivio, mucho alivio. Mi corazón saltaba de alegría. Es feo decir eso del prójimo, pero él se portó muy mal conmigo. Me trató de lo peor. Hizo la suya, una cosa tan fea, y bueno, le tocó a él y finalmente lo declararon culpable.
—Usted pidió que Martín saliera de la sala el día en que la citaron para declarar. ¿Lo hizo por miedo?
—Se lo pedí al fiscal, pero no por miedo, no lo quiero ver. Me hace muy mal. Y pensaba que me iba a hacer mal ver a una persona tan sinvergüenza, tan cínica en el mundo. No lo quiero ver. Yo no soy esa clase de persona. Yo soy cristiana. Y yo sabía que si lo veía me iba a hacer muy mal. Imagínese, a mí me acusó de una cosa que no hice. Yo no hice nada y me acusó de lo peor. Y los acusó también a mis hijos. No es bueno eso. No lo quiero ver ahora ni nunca. No sé cómo estará. No me importa si está bien o mal, eso ya corre por su cuenta.
—Hasta su propia familia le dio la espalda…
—La verdad que no lo sabía. Yo nunca más los volví a ver (N. de R.: por Martín y Diego, los hijos de Enrique y Mercedes, las víctimas). Ese día, el 25 de agosto a la mañana, tuve una charla con los dos muchachos y nunca más.
—¿Ninguno de ellos la volvió a contactar?
—No, no. Nunca más supe nada de ellos.
—¿Ni siquiera Diego se contactó con usted?
—No, no, nunca más, nunca más. Ahora él podría haber venido a charlar a mi casa en Pablo Podestá porque sabe dónde es, pero ni eso. No, no habló.
“Nina” pasó trece días en la cárcel cuando el hijo de las víctimas le planteó a los investigadores del caso sus sospechas. “Nunca antes había estado detenida”, dice a PERFIL.
—¿Cómo fueron esos días? No es lo mismo estar preso siendo inocente que culpable…
—Son cosas que no quiero ni recordar. Para mí fueron muchísimos días. Yo soy una persona grande. No tiene gracia lo que me hizo Martín, acusarme de esa manera. Traumas siempre me van a quedar, porque quedan eternamente. Yo jamás en mi vida, a los 64 años, había pisado una comisaría. Nunca pisé una, ¿entiende?
—¿Qué le dijeron cuando la detuvieron?
—Ni siquiera me dijeron “Nina”, ‘vos estás detenida’. Me agarraron como una bolsa de papa y me llevaron. Yo no sabía por qué, ni dónde, ni cuándo. Así, gratis me llevaron a la comisaría.
—¿La golpearon, maltrataron o insultaron?
—No, no. No puedo decir nada de eso. No me golpearon, pero es el día de hoy que me pregunto por qué me llevaron si yo no hice nada. Cuando salí en la puerta vi que el fiscal dijo ‘la sospechosa no tiene antecedentes’. ‘¿La sospechosa? Dice, ¿será que está hablando de mí?’, me pregunté. Yo me enteré al otro día en la comisaría. Ahí me enteré que estaba detenida. Me llevaron de onda, gratis, eso sí que es gratis. Es muy doloroso lo que me hicieron y quiero que se haga justicia por todo lo que me hicieron.
—Martín también marcó a sus hijos. Le dijo al fiscal que eran delincuentes…
—Sí, y se los llevaron detenidos también sin saber para qué. Los metieron en un calabozo lleno de caca, de pollo podrido. Los obligaron a desnudarse para que se revuelquen en esas porquerías, para que digan que fueron ellos los que mataron a los viejos. Mire hasta dónde llegó Martín.
—En el alegato el fiscal Musso hizo mención a la presión que ejerció Martín del Río para vincular a otras personas y contó que fue el propio acusado el que le sugirió que la investiguen a usted y también a
sus hijos. ¿Escuchó esa parte del alegato?
—No llegué a escuchar, pero mi hija sí y me contó. Le voy a decir una cosa: mis hijos son buenos pibes. No porque yo sea la madre, digo. Ellos tienen su trabajito, son mecánicos. Jamás robaron. Jamás. En estos años que tienen mis hijos nadie vino y me golpeó la puerta para decirme que tus hijos estaban robando. Nunca. Ellos no son delincuentes ni ladrones ni nada como para que los traten de esa manera. Los maltrataron a mis hijos. Y es muy doloroso, pero no importa, porque yo sé que hay un Dios que lo está mirando a Martín y sé que va a terminar mal, muy mal.
—¿Cuando usted le avisó por teléfono a Martín que había encontrado a sus padres muertos, notó algo raro?, ¿no le llamó la atención su reacción?
—Cuando lo llamé no, pero cuando llegó sí. Cuando baja de la camioneta me di cuenta que algo raro había pasado porque era muy sinvergüenza. Me dijo una cosa que me llamó la atención, bajó llorando, me abrazó y le dijo al policía que yo era “Nina”, que hacía 12 años que trabajaba con él y que era como de la familia. Después le preguntó al policía por la caja fuerte que estaba en el placard. Yo no sabía dónde estaba, pero él aseguró que no había plata sino solamente papeles de su mamá y resulta que a la noche me enteré que había lingotes, plata, oro, de todo un poco.
—¿Qué recuerdos tiene de Enrique y Mercedes?, ¿cómo eran?
—Con Enrique yo trataba muy poco, casi nada. Con la señora sí. Después que falleció mi hermana, desde el 2020, como que me acerqué más a ella porque mi hermana tenía la edad de ella y murió. Y como que le tomé más cariño. Pero ella era una persona muy fría con los nietos mismos. No era de abrazar y besarlos, no era de esa clase. Tengo lindos recuerdos. Ellos nunca me hicieron nada malo. Con Mercedes sí hablaba, trataba más con ella. Claro, llegaba a la mañana y ella se preparaba su desayuno. Y ahí a veces charlábamos. Si yo le tenía que pedir algún adelanto de plata, le pedía. Y nada, mucho más no.
—¿Cómo era el vínculo de Martín con sus padres o el hermano?, ¿qué recuerda?
—No estaban mucho juntos. Los cumpleaños o algún evento así lo hacían en otro lado. Una sola vez hubo un cumpleaños en la casa porque Enrique estaba muy enfermo, pero después nunca más. Cuando empecé a trabajar, en los primeros tiempos, Martín venía al mediodía a buscar al padre. No sé a dónde iban, nunca pregunté tampoco. En enero de 2022 no vino más. Se ve que venía a la noche porque Mercedes me decía vino Martín y compró algo para comer.
—¿Cree que algún día Martín va a reconocer que mató a sus padres?
—La verdad no sé. Él sigue queriendo culpar a todo el mundo y bueno, no sé.
“No tengo trabajo y nadie me da una mano”
“Nina” trabajaba en la casa de la familia Del Río desde el año 2012. De lunes a viernes viajaba hasta Vicente López. “Llegaba temprano cuando la señora se estaba preparando el desayuno”, rememora. Y se quedaba siete horas.
Desde que la acusaron por el doble asesinato, y pese a que fue sobreseída y el autor condenado a reclusión perpetua, nunca volvió a tener un trabajo fijo. “Me arruinó la vida. Alguna changa hago, pero es complicado porque pago alquiler y tengo que comer”, cuenta antes de hablar sobre el juicio.
—¿Le afectó mucho todo el proceso?
—Mire, yo estoy atravesando una situación muy difícil. No tengo trabajo, no tengo nada. Y así estoy.
—¿Pudo volver a trabajar después de que mataran a sus patrones?
—Sí, pero poco. Mucho no, no es como antes que trabajaba de lunes a viernes. Pero alguna changa hago y es complicado porque yo pago alquiler, tengo que comer, y estoy sin trabajo. A mí me da no sé qué que mi hija se haga cargo de mi casa, porque ella también tiene la suya.
—¿Está enojada?
—Yo no quería hablar mal con los medios porque criticaron mucho a mis hijos. Y nadie sabe la necesidad mía, ¿entiende? Para hablar están todos, pero para ayudarme nadie se compromete. Nadie me ha dado una mano hasta ahora, nadie. Ahora estamos buscando con mi hija un abogado que quiera tomar el caso, pero tampoco nadie quiere aceptarlo porque parece que no hay plata.