La ferocidad, el ensañamiento con que algunos críticos han atacado a la nueva película de Netflix con Millie Bobby Brown no parece tan justificado. Y miren que hay películas de comedia de acción de Netflix como para darle y pegarle seguido (De vuelta a la acción, con Cameron Diaz).
No es Estado eléctrico una obra maestra como El Ciudadano, y viniendo de quiénes la dirigieron, los hermanos Joe y Anthony Russo (las dos últimas de los Avengers, las dos próximas de los Avengers para Marvel), obviamente las expectativas son mayores que si la dirige un novato al que Netflix le compra su primera película.
El costo es lo de menos
Tal vez sea el hecho de que a Estado eléctrico se la promocione por lo que costó -300 millones de dólares-, convirtiéndola no solo en la película más cara de la historia de Netflix, sino me atrevería a decir de la historia del cine (o del streaming, al menos).
Pero cuando uno paga el abono a Netflix, no se pregunta cuánto costó la película que se sienta a ver el fin de semana. Quiere que sea buena, y listo.
A la pregunta de si se ven, se notan los US$ 300 millones en la pantalla LED del televisor, no es difícil contestarla.
Chris Pratt, coequiper de Millie Bobby Brown
Y, la verdad, es que no. Le habrán pagado mucho a Millie, a Chris Pratt, su coequiper a lo Han Solo en esta aventura, a Stanley Tucci, a Holly Hunter, a Ke Huy Quan, a Giancarlo Esposito, a los que pusieron las voces de los robots (de Woody Harrelson a Alan Tudyk, que había sido robot, precisamente en Yo, Robot, y aquí se la presta a Cosmo) y claramente a los hermanos Russo. Pero estamos hablando de salarios, no de costos de producción.
Estado eléctrico se ve bien, pero no es una película tan grandilocuente ni de la envergadura de Avengers: Endgame.
Simon Stålenhag publicó The Electric State (2018), un libro de ciencia ficción de “arte narrativo” que ofrecía una visión retrofuturista de los Estados Unidos, en un planeta en el que deambulaban una adolescente y un robot de pelo amarillo. En la adaptación no quedó casi nada de la distopía inquietante, sino que se pasó a una aventura de acción, más o menos ingeniosa.
Robots con conciencia, y derechos sociales
El guion, de los habituales colaboradores de los Russo, Christopher Markus y Stephen McFeely, nos cuenta de entrada, allá por los años ’90, que los robots se desarrollaron originalmente para los parques temáticos de Disney, y luego comenzaron a formar parte del aparato laboral en todo el mundo. Pero cuando empezaron a tomar conciencia (¿cuándo empezaron a tomar conciencia?) lucharon por tener derechos robóticos, lo que ocasionó una guerra que duró dos años. Una guerra que ocasionó muertes.
Perdieron, y viven marginados en una zona de exclusión social en medio del desierto, y no se permite a ningún humano tener un robot, ni siquiera como los que trapean y limpian los pisos.
Estamos en unos ’90 alternativos, y a Michelle, la adolescente que mencionábamos y que es interpretada por Millie Bobby Brown, se le cruza o entromete en la casa de su padre adoptivo (los suyos, y su hermano menor, un chico con un cerebro comparable al de Einstein, pero mejor, murieron en un accidente de ruta) este robot que parece que, curiosamente, sabe mucho acerca de su hermano, que le dijeron que había muerto.
No pasa mucho para que se vuelva aliada de Keats, un veterano de guerra, hoy contrabandista (Chris Pratt) y se enfrenten al multimillonario que derrotó a los robots, Ethan Skate (Stanley Tucci) y al cazarrecompensas de robots Marshall Bradbury (Giancarlo Esposito).
Hay aparatos como neuroenlaces, con los que uno puede estar en su casa y tener otra vida robótica a kilómetros de distancia, o algo así. La trama no es tan complicada como alguna de las de los Avengers, con universos paralelos y más, pero conviene ir a buscar la gaseosa o ir al baño antes de que arranque.
Con música de Oasis y de “Apocalypse Now”
Hay muchos guiños, algunos desde la banda sonora (un tema de Oasis, La cabalgata de las Valkirias, de Apocalypse Now), en algún momento se ve a Mr. Peanuts rindiéndose ante el presidente Bill Clinton, y hasta un guardia está hojeando un ejemplar de un comic de los Avengers, muy en segundo plano.
Millie Bobby Brown y Chris Pratt se llevan mejor con los robots que entre sí, o al menos no parecen generar demasiada química entre sus personajes.
Si Philip K. Dick se preguntaba si Sueñan los androides con ovejas eléctricas (ese relato fue adaptado por Ridley Scott en Blade Runner), cabe preguntarse si Estado eléctrico es una buena o mala película.
Nos quedamos con la primera: que el lector decida si hablamos de la película con Harrison Ford, o que la de los hermanos Russo es buena.
“Estado eléctrico”
Buena
Acción. Estados Unidos, 2025. Título original: “The Electric State”. 128’, SAM 13. De: Joe y Anthony Russo. Con: Millie Bobby Brown, Chris Pratt, Giancarlo Esposito, Stanley Tucci, Woody Norman. Disponible en: Netflix.