Carlos Alcaraz, el campeón que venció al sobrepensamiento
El astro de 21 años que no sabe perder finales grandes derrotó a Musetti y, luego de la celebración, reveló haber superado los fantasmas del último mes. El tenista autotélico que volvió a disfrutar tras el “busy brain”.
“Me ha costado encontrar la manera de no pensar en todo”. Las palabras pertenecen a Carlos Alcaraz, la súper estrella del tenis internacional que acaba de consagrarse por primera vez en el Masters 1000 de Montecarlo, su 18° título en un certamen en el que no había ganado partidos en ediciones anteriores, luego de vencer en la final al italiano Lorenzo Musetti por 3-6, 6-1 y 6-0.
El Montecarlo Country Club, ubicado en una zona de Mónaco muy similar al paraíso, sobre la montaña y a metros del Mar Mediterráneo. Las canchas de ladrillo del torneo nacido en 1896 –uno de los más antiguos; apenas dejó de disputarse durante las Guerras Mundiales– configuraron el ecosistema ideal para que Alcaraz, luego de un mes de batallas internas, pudiera derrotar al sobrepensamiento, acaso uno de los mayores síntomas de una época de hipercomunicación alimentada por estímulos inabarcables.
El astro que cumplirá apenas 22 años el 5 de mayo próximo, que ya fue número uno mundial –esta semana volvió al 2° puesto del ranking, detrás del italiano Jannik Sinner– y que no sabe perder finales grandes –ganó cuatro Grand Slams en igual cantidad de definiciones y acaba de celebrar su sexto Masters 1000 en siete partidos por el título– reveló sus fantasmas recientes: “Fueron semanas difíciles de gestionar, por todo lo que pasé, para enfocarme en lo importante. Estoy feliz por haber venido a Montecarlo tras una semana de entrenamiento en casa (NdR: vive en El Palmar, Murcia, todavía en la casa de sus padres, en una pequeña localidad de 25 mil habitantes) y haber solventado los problemas que aparecieron; disfruté como hacía tiempo no disfrutaba”.
“La presión me mató”, llegó a confesar también. Y no era para menos: con Sinner suspendido por tres meses tras un controversial caso de doping, el hábitat del tenis sostenía que surgía para el español un contexto inmejorable para encaminar la recuperación de la cima del ranking ATP.
Además dejó una frase que invita a reflexionar: “Me hace feliz ver que el trabajo vale la pena; no quiero decirlo en público pero me ha costado pisar la cancha. Fue un mes difícil, dentro y fuera de la cancha”. Alcaraz no puso luz sobre la esencia puntual de sus problemas, pero sí advirtió que debió batallar contra el sobrepensamiento, el busy brain, el acto involuntario y en algunos casos irrefrenable de pensar en exceso, acaso un antifaz de la ansiedad.
El multicampeón español, llamado a ganarse un sitial relevante en la historia del deporte, se ajusta a dos variables que suelen causar un impacto emocional por estos tiempos. En primer lugar, se desempeña en una disciplina individual con un fuerte grado de exposición y de presión, tanto de factores externos –tiene todo un país detrás luego del retiro de Rafael Nadal– como de la biósfera personal –imagen, compromisos varios, sponsors, la lucha por la historia–. Por otro lado, más allá de tratarse de un ser humano joven cuya vida se tornó y se habrá tornado cada día más infrecuente, pertenece a una generación nativa digital y, como tal, necesita “combatir” contra los estímulos epocales que parecen inabarcables.
Que Alcaraz haya revelado que atravesó semanas de cierta oscuridad resultó parte de su trabajo para volver a disfrutar como hacía tiempo no disfrutaba. El español es, en su más profunda naturaleza, el tenista más autotélico del circuito. Hacer una actividad sin otro objetivo que sí misma. En su última visita a Buenos Aires, en 2023, lo expresó de manera tan genuina como elocuente: “Intento disfrutar: amo jugar al tenis. Si gano o pierdo me voy contento. Eso se junta con mi gusto por competir. Trato de hacer cosas nuevas que quizá no eran habituales en el circuito. Todo eso me hace sonreír y pasarla bien”. Poner luz en la penumbra para sonreír. Sonreír para disfrutar. Disfrutar para ganar.
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