Thursday, 17 July, 2025
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Alerta dólar: se aceleró el boom de importaciones y hay un dato que preocupa al mercado

Junio suele ser el último mes en el que la balanza comercial trae alegrías. Hay una cuestión estacional por la liquidación de la cosecha agrícola, que además este año tuvo un componente extra: el Gobierno puso un alivio de las retenciones a la exportación que vencía, precisamente, el último día de junio. Teniendo en cuenta esos factores a favor, el último dato comercial difundido por el Indec no deja mucho margen para el optimismo.

El saldo de u$s906 millones sigue luciendo insuficiente para el nivel de salida de divisas que está teniendo la economía, y el pronóstico es que en los siguientes meses pueda verse reducido a niveles mínimos.

Muy lejos del optimista pronóstico que había hecho el Gobierno en el proyecto de presupuesto 2025, no habrá un holgado superávit de u$s20.000 millones por bienes y servicios. De hecho, los economistas que participan en la encuesta REM del Banco Central vienen corrigiendo a la baja sus pronósticos.

A inicios de año, la expectativa del mercado era que la balanza comercial dejara un saldo positivo de u$s12.144 millones. Pero, mes a mes, los expertos fueron retocando a la baja su previsión de exportación, al tiempo que corregían al alza la de importación, en el marco de una política de revaluación del peso.

En definitiva, en menos de un semestre la previsión de saldo comercial se redujo a la mitad: u$s6.133 millones, producto de ventas por u$s81.541 millones e importaciones por u$s75.408 millones.

Y, si bien ya no es sorpresa la velocidad que están tomando las importaciones -que, además del tipo de cambio, tienen el incentivo de bajas arancelarias y desregulaciones-, lo que sí llama la atención es el pobre desempeño exportador. Si no fuera por el rubro petrolero, que crece a una impactante tasa de 74% interanual, las exportaciones habrían caído respecto del año pasado, y el superávit total sería de apenas u$s156 millones en el mejor momento del agro.

Últimos cartuchos de la soja

A pesar de que el volumen de producción del campo fue mejor que el del año pasado y que la cuestión impositiva apuró los embarques, la venta de productos primarios tuvo una mejora marginal de 2,6%, mientras que las manufacturas de origen agropecuario -el principal rubro de exportación- se mantuvo estancado. Jugaron en contra los precios del mercado internacional, que para el caso de los cereales se redujeron en torno de 1,9% interanual.

No es una situación que sorprenda, desde ya: el precio de la soja en el mercado de Chicago viene luchando para no caer debajo de los u$s370 por tonelada, muy lejos de los u$s430 de hace un año. Era algo previsto por una combinación de factores productivos y geopolíticos: por un lado, la sobreproducción estadounidense y brasileña y, además, el “factor Trump” que había llevado a un incremento en los acopios de importadores asiáticos.

Lo cierto es que no hay grandes expectativas sobre el aporte del campo argentino para el segundo semestre. Es probable que julio todavía tenga buenas cifras, dado que se liquidaron unos u$s2.700 millones que se habían anotado antes de que venciera la rebaja temporal de retenciones. Pero el efecto posterior será el de un bajón significativo, como ya se está sintiendo en los volúmenes embarcados en los puertos de Rosario.

¿Quién lidera las importaciones?: el dato que preocupa al mercado

Mientras tanto, las importaciones vuelan: el crecimiento interanual es de 35,9%, cuatro veces más que las exportaciones. En junio, las compras desde el exterior sumaron u$s6.370 millones, y las proyecciones de los economistas es que ese nivel se mantenga durante el resto del año.

Ahí es donde se genera la polémica política: ¿es un dato para festejar o para preocuparse? El Gobierno argumenta que un alto nivel de importación es un síntoma de reactivación económica, porque la mayor parte de las compras son insumos y bienes de capital para la industria.

Y, efectivamente, la importación de bienes de capital viene creciendo a buen ritmo -un 100% de variación interanual en junio-, lo cual es consistente con la previsión de un crecimiento del PBI de 5,5% en el año.

Pero, aun así, hay algo que llama la atención de los economistas. Hay una vieja regla aceptada por el mercado, según la cual, por cada punto de crecimiento del PBI, se necesita que suban tres puntos las importaciones. Si ese fuera el caso, las compras deberían estar subiendo a una tasa interanual del 17%, pero lo están haciendo en torno de 35%.

Y ahí aparece el dato que contradice a Toto Caputo: los rubros que más están impulsando las importaciones -y agrandando el déficit de la cuenta corriente- no son los insumos de la industria, sino los productos de consumo final y los automóviles. En junio crecieron, respectivamente, a un ritmo interanual de 90,9% y de 248,5%.

Esos dos rubros sumados ya representan un 22% de las importaciones totales, superando a los bienes de capital, que tienen una participación de 19%. Hace un año, los bienes de consumo y los autos, sumados, apenas representaban el 14% de la “torta” importadora.

El petróleo, volátil

Con ese panorama, la gran apuesta del gobierno para equilibrar las cuentas externas se llama Vaca Muerta. Con el aporte de la exportación de petróleo y gas, se espera que ese rubro, que históricamente había sido un dolor de cabeza -durante la guerra de Ucrania obligó a sacrificar reservas por la inédita cifra de u$s12.868 millones- ahora deje un superávit de unos u$s8.000 millones.

De todas formas, no hay certeza sobre que esas proyecciones se cumplan. También aquí juega el “efecto Trump”, con una caída en la cotización del mercado petrolero global. Irónicamente, lo que hace tres años habría sido la mejor noticia posible, ahora juega en contra de los intereses argentinos.

Ya se descartó que el conflicto israelí-iraní pueda provocar un alza sostenida en el precio del crudo. Para empezar, porque no se produjo el temido cierre del estrecho de Ormuz, por donde pasa el 20% del petróleo comercializado a nivel global.

Pero, además, hubo una confirmación en la suba de producción de la OPEP, en un mercado que ya venía mostrando un exceso de oferta. Y, para completar el cuadro, Trump está dispuesto a cumplir su promesa de campaña, en el sentido de bajar el precio doméstico de la nafta, sobre la base de un impulso a la producción del “shale oil”.

Hablando en plata, el precio del barril, que a inicios de año rondaba los u$s80, hoy lucha por sostenerse en torno de u$s67 -después de haber tocado en mayo un mínimo de u$s56, un valor que no se veía desde la pandemia.

La esperanza de Vaca Muerta

Aun con ese panorama externo poco favorable, la perspectiva de la “carta petrolera” es buena. En junio se exportaron u$s1.064 millones, lo que implica un crecimiento de 74% respecto del año pasado, un logro que se valora aun más si se considera que en ese lapso los precios cayeron un 17,2%.

El acumulado anual de la exportación petrolera llega a u$s5.337 millones. Y si se netea las compras de gas, el saldo del primer semestre queda en u$s3.761 millones.

A pesar de recientes altibajos en la producción, la previsión de los expertos del área energética es que en el segundo semestre podría haber mejores cifras de exportación, con lo cual -de no mediar imprevistos en el mercado internacional- no puede descartarse que el rubro energético deje un aporte neto en torno de u$s8.000 millones.

El problema, claro, es si eso alcanzará para disimular la dificultad de financiar las crecientes importaciones, por no mencionar la salida de divisas por el rubro de turismo y servicios.

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