Saturday, 16 August, 2025
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Vuelan las tasas y se congela el crédito: el nuevo rol de los bancos en el plan torniquete de Caputo

El ambiente en las oficinas de los bancos fue caótico en las últimas jornadas. Mientras algunos ejecutivos hablaban con los funcionarios del BCRA para tratar de entender la “letra chica” del nuevo sistema de encajes, los que operaban en las mesas veían cómo el nivel de las tasas de interés llegaba a niveles insólitos, prácticamente prohibitivos. 

La principal crítica que se escucha hacia el gobierno es que, al elevar la exigencia de encajes y, además, al obligar a los bancos a mantener un nivel diario -y no ya un promedio mensual- se producirá un caos organizativo por parte de los bancos, que harán un manejo más ineficiente de su liquidez. Ergo, que todo apunta a que las tasas de interés seguirán su camino ascendente.

Tal como están las cosas, solamente las empresas muy necesitadas por urgencias de caja se animaron a tomar crédito tras la licitación del Tesoro del miércoles pasado. Por supuesto, se trata de préstamos de cortísimo plazo, que se otorgan a una tasa anualizada de 100%. Se trata de empresas de primera línea, que se vieron obligadas a pagar una tasa real que cuadruplica el nivel de inflación. Hasta hace poco más de un mes, esa misma tasa rondaba el 32%.

En otras palabras, la economía ingresó en una etapa de virtual congelamiento del crédito. “Lo que se ve es muy preocupante. Que una empresa o un individuo quiera tomar crédito con este nivel de tasas es algo que mete miedo. Es garantía de mayor morosidad futura y muestra de mucha desesperación”, confiesa el ejecutivo de uno de los mayores bancos de capital privado.

Tasas imparables e impacto en la actividad económica

Y la perspectiva no puede ser otra que la de un enfriamiento de la actividad económica, tanto a nivel de producción como de consumo. Como destacó Ricardo Arriazu, uno de los econmistas más cercanos al gobierno, desde el levantamiento del cepo, el crédito sólo se expandió en u$s1.000 millones, un 27% del ritmo de aumento de los depósitos.

Por otra parte, el último dato informado sobre la mora de los usuarios de tarjeta de crédito es de 4,5% -el doble del promedio reciente-. Y los bancos consideran inevitable que esa cifra crezca.

En cuanto a las empresas, si la tasa ya resulta prohibitiva para las compañías de primera línea, con una operación de gran volumen y fuerte generación de caja, lo que queda para las pymes es un escenario de franca crisis. La financiación bancaria, que ya era complicada, está prácticamente vedada, y las empresas más necesitadas de caja recurren al descuento de cheques, a tasas que califican como “usureras”.

Pero, aun así, hay algo más preocupante. En los bancos están convencidos de que todavía no se vio lo peor en materia de volatilidad de tasas. Creen que, en la medida en que el Gobierno mantenga la obsesión por retirar liquidez a toda costa y dificultar más el accionar del sistema financiero, las tasas entrarán en una verdadera “montaña rusa”.

Lo que viene es más volatilidad. Lo que va a pasar es que un día van a estar todos los bancos y las empresas desesperados por plata y van a pagar cualquier cosa, y al día siguiente van a estar desesperados por devolverla y van a regalar la plata, y lo que va a pasar es que la tasa se va a seguir moviendo”, agrega el ejecutivo consultado por iProfesional.

Adiós al Punto Anker: el nuevo rol de los bancos

Desde el otro lado del mostrador, Toto Caputo dio su versión sobre que estaba ocurriendo. El ministro ha recibido muchas críticas por su persistencia en sostener que “el dólar flota” y que “la tasa de interés es endógena”, luego de las probadas muestras de intervencionismo gubernamental en el mercado de futuros para contener al tipo de cambio y para elevar los rendimientos de los títulos de deuda en pesos.

La expectativa que se había generado antes del miércoles era que, tal vez, un bajo nivel de “rolleo” de la deuda no sería necesariamente una mala noticia, porque los pesos “sobrantes” serían destinados a ayudar a los bancos a cumplir las normas de encajes y porque, además, se descomprimiría el nivel de tasas que tiene al mercado en un virtual congelamiento crediticio.

Sin embargo, Caputo demostró que tiene una preocupación prioritaria, y que todo lo demás queda supeditado a resolver ese problema: evitar que haya un excedente de pesos que eventualmente puedan desestabilizar la economía, ya sea presionando al dólar o a los precios.

Y dio una argumentación que generó polémica en el mercado: dijo que, ante un “rolleo” menor al vencimiento, como el del miércoles pasado, que dejó $5,8 billones en la calle, se produce un aumento de la base monetaria, y que ese aumento puede ser positivo o negativo, dependiendo del momento.

Es su forma de justificar por qué ahora cambió de actitud. Hasta hace pocos meses, era motivo de celebración en el gobierno que una licitación no alcanzara a todo el vencimiento de deuda, porque era el síntoma de que, en una economía pujante, los bancos necesitaban más pesos para dar crédito

Es por eso que una de las frases preferidas y más repetidas por el ministro es “logramos que los bancos vuelvan a trabajar de bancos”. Y reivindicaba el hecho de que el sistema financiero prefiriera canalizar la liquidez a la financiación del sector productivo y del consumo, antes que alojarla en el Tesoro a cambio de una renta libre de riesgos.

Cuando eso ocurría, Caputo y sus colaboradores afirmaban que se había llegado al denominado “Punto Anker”, algo que irritaba a algunos economistas preocupados por la expansión de la base monetaria.

La hora del torniquete monetario

Pero ahora, según el propio Caputo, la situación cambió. El hecho de que los bancos pidan liquidez y no renueven la deuda -pese a la altísima tasa de 69,2% ofrecida en la última licitación- es visto por el gobierno no como un incremento genuino en la demanda de dinero, sino como el producto de una situación especulativa.

“Si esta cancelación de deuda (aumento de la base monetaria) es entendida por el BCRA como un aumento en la demanda de dinero o de crédito (“Punto Anker”), este aumento de base monetaria no se esteriliza. Si la no refinanciación del 100 por ciento de la deuda no fuera entendida de esta manera por el Banco Central (como es la situación actual, producto del escenario pre-electoral), esos pesos se esterilizarán”, fundamentó Caputo.

Lo que dejó sin responder es la multitud de preguntas respecto de cómo, cuándo y mirando qué indicadores es que el BCRA se da cuenta de si la demanda de dinero es genuina y tiene como fin el crédito productivo o si está motivada por el temor que genera un eventual triunfo electoral de la oposición política.

Aunque el ministro no lo expresó directamente, quedó en claro que hay dos temores principales. Uno es que la mayor liquidez lleve directamente a un salto inflacionario. Por eso, Federico Furiase, el principal asesor monetario de Caputo, dijo: “Cuando no hay convalidación monetaria juega Menger y se cambia el chip”. Era una alusión al “principio de imputación de Menger”, popularizado por Javier Milei, y que establece que los precios son los que determinan los costos, y no al revés.

Para el gobierno, al aplicar un torniquete monetario, no subirán los precios por el simple motivo de que no habrá pesos que convaliden los aumentos.

El dólar, ¿un temor infundado?

Pero, además, hay otro temor, que Caputo no menciona pero que se hace evidente en las medidas económicas diarias: una disparada del dólar en pleno cierre de la campaña electoral.

De hecho, el reproche que más se escuchó en estos días por parte de los banqueros es que toda la turbulencia con las tasas de interés se hizo para lograr el objetivo de que el dólar bajara un 5% desde el pico de $1.374 que había alcanzado a fines de julio.

Pero la preocupación de los analistas es que perciben que la tasa de interés experimenta un “rendimiento decreciente”. Es decir, cada vez se requiere una suba mayor de la tasa para lograr una baja del dólar más acotada.

En todo caso, desde los bancos afirman que los temores del Gobierno son infundados, porque en agosto se está verificando un menor ritmo de compra de dólares por parte de los pequeños ahorristas.

Desde que se levantó el cepo, las compras venían en aumento acelerado. En junio los minoristas adquirieron dólares por u$s4.357 millones, contando las compras netas de billetes en los bancos por u$s2.020 millones y otras salidas netas de divisas por u$s2.308. La cifra implica una suba de 25% respecto de mayo -el primer mes completo sin controles cambiarios-, que a su vez había sido superior en 59% a abril.

Y, aunque todavía no está el dato oficial, se sabe que el dato de julio será todavía más abultado. “Hubo una tormenta perfecta, porque la gente tenía plata después de haber cobrado el aguinaldo, y justo el dólar estaba subiendo. Y no hay que olvidarse que en Argentina la gente compra cuando el dólar sube, no cuando baja”, explican desde un banco del “top five” en el ranking de depositantes.

Pero aclaran que en agosto se dio un punto de inflexión y que la demanda de dólares cayó “sustancialmente”.

El temor de Luis Caputo

Entonces, si el dólar volvió a $1.300, si los minoristas no están comprando y el crédito está virtualmente congelado, ¿cómo se explica que el gobierno quiera endurecer aun más su política monetaria contractiva, exigiéndole mayor nivel de encajes a los bancos?

Desde el punto de vista del Gobierno, la visión es clara: la base monetaria, en situación de inestabilidad política, es un arma peligrosa, porque la demanda de dinero puede caer de manera súbita. El propio Caputo lo escribió en un recordado informe de su consultora Anker, antes de ser designado ministro. Allí recordaba la experiencia del gobierno de Macri, en el que incluso con un ajuste fiscal y monetario, se produjo una turbulencia como consecuencia del repudio al peso ante un cambio de escenario político.

Sin embargo, lo que se escucha en los bancos es que Caputo y su equipo están sobre reaccionando. Sostienen que no hay ningún riesgo de que un mayor nivel de liquidez en los bancos vaya a presionar al dólar y que, más bien, contribuiría a una normalización de las tasas de interés.

Pero es una pulseada en la que el gobierno no está dispuesto a ceder: si los bancos no compran voluntariamente los títulos del Tesoro, lo harán obligados por la nueva normativa del BCRA. En otras palabras, el gobierno ya no celebra que los bancos “vuelvan a trabajar de bancos” sino que los está llevando a su vieja condición de “traders” del mercado de capitales.

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