En un cálido reportaje le preguntaron al considerado mejor director de orquesta cuál era su diferencial respecto de sus colegas, entendiendo que todos ellos dirigen a grandes músicos. Su respuesta fue que la clave estaba no solo en manejar la música, sino en administrar las pausas.
“Cuando tienes 90 músicos en un escenario –explicó–, tienes 90 ideas distintas sobre cómo tocar cada pieza. Además, no puedes espaciar a 90 personas en un lugar sin distribuirlas adecuadamente. Probablemente ocupen al menos 180 metros cuadrados, es decir, dos metros cuadrados por persona. Y eso es bastante restrictivo, ya que los percusionistas necesitarán más espacio que el resto. El sonido viaja a unos 343 metros por segundo. Entonces, con esa distancia se escuchará el sonido con medio segundo de retraso. Medio segundo de retraso en la música es una eternidad. Suena muy mal. Como si alguien hubiera llegado en el momento equivocado. Hace que las personas que escuchan se sientan incómodas”.
El director tiene que liderar a más de 90 músicos y redirigir todas sus ideas individuales, interpretaciones, rutinas de práctica y egos, para convertirlos en una orquesta.
Con el placer de recibirlos en este espacio nuevamente, utilizando como título una reflexión de Frédéric Bastiat y también con la reflexión del director de orquesta, quiero analizar los nuevos desafíos de nuestro Presidente.
Ya pasó el momento del shock, con la corrección de muchos precios relativos, y ahora necesita liderar su orquesta para que los ciudadanos puedan soportar el ajuste efectuado y lo que queda por corregir.
Mientras presenciamos, decepcionados todos, el debate fallido sobre la llamada ley ómnibus, el Gobierno siguió regularizando la macroeconomía. Además, el Banco Central está licuando su deuda (ni siquiera ya se habla de las famosas Leliq), está recomponiendo sus reservas e, incluso, está reordenando la deuda comercial con los importadores.
“Empieza una etapa decisiva para impulsar los cambios ultranecesarios para desregular la micro y para desintermediar procesos burocráticos”
El Tesoro Nacional está entrando en equilibrio fiscal. Entonces, deja de financiarse con emisión monetaria y, de esa manera, baja la expectativa inflacionaria.
Pero esto se está logrando a costa de una importante recesión, a la vez que nuestros costos corren como maratonistas profesionales y que nuestros ingresos apenas gatean.
Dicen que si algo lo tienes que forzar, es que no es de tu talla. Esto es lo que pasó con la ley ómnibus. Con tantos cambios que tuvo por intentar que fuera aprobada, perdió su esencia y su razón de ser.
Creo, entonces, que comienza una etapa decisiva para impulsar los cambios que son ultra necesarios para desregular la micro, y para desintermediar procesos burocráticos en busca de que mejore la productividad del salario y de que se pueda producir con menores costos operativos.
Por eso, en mi opinión, resulta imprescindible bajar esa angustiante expectativa de vivir en recesión permanente, poniendo objetivos claros y transparentes. Por ejemplo, a partir de cierto nivel de producción agrícola e industrial o de inversión, se deberían bajar los impuestos para premiar al que más hace o más se esfuerza. Debe tener sentido intentar crecer. A partir de cierta recaudación, sin desfinanciar al fisco, el privado que se arriesga debería llevarse mucho más que el Estado.
Si el Estado se retira de la gestión de la obra pública debe alentar a que el sector privado se ocupe del tema, con el objetivo de mejorar la infraestructura que permita maximizar su rentabilidad y beneficio.
“A partir de cierto nivel de producción agrícola e industrial o de inversión se deberían bajar los impuestos, para premiar de esa manera el esfuerzo”
Un ejemplo de una medida alentadora en ese sentido es una disposición para que quien invierta en infraestructura nueva pueda desgravar el impuesto de las ganancias obtenidas por esas mejoras. El Estado mejorará sus ingresos fiscales por el escenario de crecimiento económico que, a su vez, aportará más trabajo genuino. Y se generará un círculo virtuoso de inversión.
Pero nadie va a hacer esa inversión si no hay una ley que avale el procedimiento y garantice que se mantendrá por 30 años, por lo menos. El inversor tiene que percibir que ese cambio es permanente y no transitorio, dependiendo de la voluntad del gobierno de turno. En este punto son imprescindibles los acuerdos legislativos.
Descubrí hace poco, leyendo una nota de un medio español, el aporte de James Simons, un administrador de fondos y quizás uno de los inversores más exitosos de la historia, que obtuvo una rentabilidad promedio de 66% por año desde 1988. Esto significa multiplicar por 10 la inversión cada 5 años. Es un matemático cuyo enfoque es radicalmente diferente de todo lo que se hace en el mundo de las inversiones. Marcó el comienzo de las finanzas cuantitativas.
James Simons ha desarrollado algoritmos capaces de integrar numerosos datos cuantitativos y extraer conclusiones ultra precisas de ellos, lo que lo llevó a obtener información de calidad, con claras ventajas decisivas a la hora de invertir.
Una métrica que analizó se llama “pizzas del Pentágono”. James Simons entendió que cada vez que se gestaba una crisis importante en el mundo, ya fueran las invasiones a Irak o Afganistán, o períodos de gran inestabilidad en Oriente Medio, los empleados del Pentágono trabajaban horas extras. Y estudiando los libros de pedidos de las pizzerías alrededor del Pentágono predecía la probabilidad de conflicto. A más pizzas, más conflictos globales. Este tipo de señal es tomada en cuenta por un algoritmo bien entrenado para prepararse ante un nuevo conflicto geopolítico. Y la guerra significa una suba de precios del petróleo y una creciente aversión al riesgo a invertir en países emergentes.
“Si el Estado se retira de la gestión de la obra pública debe alentar a que el sector privado se ocupe del tema, para que pueda mejorarse la infraestructura”
Llevemos este ejercicio a la economía real: mientras trabajen más las pizzerías cercanas a los centros burocráticos que las pizzerías cercanas a los centros de producción e innovación, no saldremos de este estancamiento.
Mientras en los programas masivos de comunicación veamos discutir políticos o analistas financieros como yo, es que no vamos por el buen camino.
Pero si empezamos a notar que los reportajes que más público atraen son lo de los emprendedores, empresarios, diseñadores, creativos, es que habremos encontrado el rumbo adecuado.
Si empezamos a notar que el tamaño de un gobierno es menor y que hay menos regulaciones, eso significará que empezaremos a tener más libertad económica.
Si empezamos a notar que el sistema judicial garantiza la protección de los derechos de propiedad, tendremos más inversión a largo plazo.
Si empezamos a notar que es más fácil comerciar internacionalmente y hay menos restricciones comerciales, es que habremos encontrado el rumbo adecuado.
Morgan Housel, autor de La psicología del dinero, destaca que la mayoría de las grandes cosas de la vida, desde el amor hasta las carreras profesionales y las inversiones, obtienen su valor en la paciencia para dejar que algo crezca.
Y así lo expresa: “El truco en cualquier campo es ser capaz de sobrevivir a los problemas de corto plazo, para poder permanecer el tiempo suficiente para disfrutar del crecimiento a largo plazo”.
“Una lección importante de la historia es que el largo plazo suele ser bastante bueno y el corto plazo bastante malo. Se necesita esfuerzo para conciliar los dos y aprender a manejarlos. Los que no pueden, normalmente acaban siendo pesimistas acérrimos u optimistas arruinados”
Es imposible planificar lo que no se puede imaginar.