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“El teatro es el teatro. De a poco se van rompiendo los prejuicios, el buen teatro no tiene problemas en trasladarse a espacios más grandes, salvo que la propuesta tenga fuertes condicionantes de cercanía e intimidad”, define Sebastián Blutrach, el productor responsable de manejar los destinos de la sala Picadero, uno de los “casos testigo” y pionero en torno a la traspolación de propuestas del circuito independiente a los espacios comerciales.
Así como el Picadero -ubicado sobre el pasaje Enrique Santos Discépolo, a metros de la avenida Corrientes y su intersección con Callao- salas como el Metropolitan, Astros, Multiteatro y el Complejo La Plaza en los últimos tiempos han revisado algunos criterios de programación e incluido en su grilla propuestas nacidas en un formato independiente de gestión colectiva y producción cooperativa.
El fenómeno, que se instaló fuerte y con muy buena acogida de los espectadores, revalidará sus honores el próximo verano con una treintena de títulos de impecable factura artística, habitando algunas de las grandes salas de puertas ploteadas y marquesinas llamativas sobre Corrientes, la calle que (casi) nunca duerme, siente debilidad por las grandes estrellas, pero que, de a poco, se va dejando seducir por los talentosos artistas que, si bien no reclaman vallados para salir del teatro, no generan aglomeraciones ni pedidos tumultuosos de selfies en las veredas, son seguidos por un público fiel.
“Es una gran experiencia que, en 2006, la probamos con Nunca estuviste tan adorable”, sostiene el actor Luciano Cáceres, recordando aquel gran material del dramaturgo y director Javier Daulte que, aunque no nació en el ecosistema independiente, sino en el marco del estatal Complejo Teatral de Buenos Aires (en este caso en las salas Sarmiento y De la Ribera), recaló finalmente en el Broadway, a pasos del Obelisco. Cáceres es de esos intérpretes dúctiles que se manejan con igual comodidad en mainstream y en el off.
“Los circuitos independiente y comercial hace tiempo que vienen teniendo una sinergia super positiva que funciona, se alimentan mutuamente. Ambos están mucho más cercanos de los que parece, aunque con necesidades diferentes”, reflexiona Tomás Rottemberg. Materiales como Prima facie o Las cosas maravillosas, ambos en el Multiteatro, experimentaron una “cruza” entre el sistema de producción comercial y cierta idiosincrasia independiente.
“¿Me da tres para la de las Marull?”, se escucha consultar a una señora canosa en la boletería del Astros, el histórico escenario -otrora una de las cunas de la revista porteña-, actualmente manejado por Andrea Stivel y con una grilla volcada ciento por ciento a las obras independientes.
“Se busca que los espectáculos sean de calidad y que, al formar parte de la cartelera comercial, tengan un plus en la difusión, pensando que tienen potencial para estar en una sala de mayor capacidad”, argumenta la responsable de esta sala, quien entiende que “estar en el circuito comercial puede sumarle público a la obra, ya que se trata de espacios más grandes y ubicados en lugares de mayor visibilidad”. Durante la temporada que acaba de finalizar, este teatro albergó a Lo que el río hace, una de las “perlas” de la temporada, escrita, dirigida y protagonizada por las hermanas María y Paula Marull, que volverá a levantar el telón en el mes de marzo. También allí se vieron piezas como Paraguay y Las reinas, con muy buena acogida de público.
Que una pieza germine en la escena independiente no solo tiene que ver con sus posibilidades y modos de producción, sino, y, quizás, fundamentalmente, con aquello que propone desde lo poético y estético, con los riesgos que corre en torno a la posibilidad de dialogar con la experimentación, la vanguardia, lo disruptivo y lo menos instaurado. En definitiva, correrse de una fórmula que busque la ecuación comercial a favor, para aventurarse en convencidos riesgos artísticos.
El dramaturgo y director Leandro Airaldo, responsable de Enamorarse es hablar corto y enredado, otra joyita del off que cumplió más de 400 representaciones, reconoce: “Me gusta pensar que hay demanda de un público interesado en consumir cruces de formatos diferentes e interesado en estéticas producidas por fuera del circuito comercial, pero trasladadas a esos mismos espacios”.
La imagen de los actores Emiliano Díaz y Sol Rodríguez Seoane, protagonistas de este texto, se luce en las puertas del Metropolitan, donde la pieza se ofrecerá desde el mes de enero. Caminando por esa vereda de Corrientes, entre Uruguay y Talcahuano, una pareja observa la gráfica de Habitación Macbeth, la epopeya de Pompeyo Audivert, un material de culto de las últimas temporadas que, luego de varios años de presentarse con localidades agotadas en el Centro Cultural de la Cooperación -otro refugio de garantizada calidad artística, gestión colectiva y en plena avenida Corrientes- se verá en el Metropolitan durante el verano.
“Creo que tiene que ver con el gran nivel de la producción teatral independiente argentina y con la necesidad del teatro comercial de intensificar artísticamente su propuesta. Es cierto que la curaduría de estos trasvasamientos es una cuestión delicada, pues no todas las obras de nuestro circuito son pasibles de ese traspaso, pero siempre es un salto al vacío”, explica el enorme Pompeyo Audivert.
En igual sintonía a la de Audivert, Tomás Rottemberg sostiene: “Hay propuestas independientes que serían imposibles llevar al circuito comercial, más allá que se trate de buenos productos, pero, por una temática muy propia al teatro independiente es correcto que estén allí. Hay que ser respetuosos de los circuitos, que una obra se ubique en un lugar equivocado puede jugarle en contra al propio proyecto”.
Si pensar en la escena off es adentrarse en universos ilimitados de creación, donde el único motor es la búsqueda artística, el actor, dramaturgo y director Francisco Lumerman, autor de Muerde, obra protagonizada por Luciano Cáceres que llegará al Metropolitan el 30 de enero, plantea un razonamiento inverso: “Lo negativo del fenómeno es cuando, buscando eficacia comercial, se pierde riesgo de búsqueda creativa” y sostiene el deseo de un “teatro comercial que se anime a correr más riesgos comprobando que hay materiales singulares que pueden funcionar en estos circuitos”. La formación de un espectador avezado implica la posibilidad de expandir sus elecciones.
El dramaturgo y director Santiago Gobernori, responsable de Imagen velada está convencido que “el público está eligiendo ver obras y no tanto a figuras; tener famosos en una obra no alcanza, el material que tiene que ser sólido y, en ese sentido, el teatro independiente argentino es realmente muy bueno y ecléctico”.
“Funciona mucho el boca a boca. Quizás, el espectador no conoce tanto a algunos actores, pero ubica a la propuesta”, explica Andrea Stivel con sentido común.
Desde ya, la idea no es demonizar a las salas comerciales ni a sus hacedores. Solo con productores arriesgados detrás pueden ofrecerse títulos de la envergadura de School of Rock (gracias a la labor de los Rottemberg, Preludio y Marcelo Pagani, entre otros), Tootsie (una aventura a la que apostó Nico Vázquez con notable repercusión), Esperando la carroza (financiada por RGB, la empresa de Gustavo Yankelevich), Parque Lezama (solventada por Cien Bares de Juan José Campanella) o Felicidades (con Adrián Suar a la cabeza), por solo citar algunos ejemplos.
El espectador también agradece las puestas importantes y la presencia de las estrellas consagradas. Si hasta Alfredo Alcón se aventuró con una recordada versión de Muerte de un viajante -de Arthur Miller- en el Paseo La Plaza o con Filosofía de vida -de Juan Villoro- en el Metropolitan, mudándose de las aguas que nadaba frecuentemente más cercanas a lo independiente o a la producción estatal.
No se trata de restar ni correr del campo de juego a nadie, sino de sumar propuestas y que todas puedan convivir en una concordancia de espacios y corredores.
Para la actriz y dramaturga Irene Almus, que estará durante el verano protagonizando La Bobe en el Paseo La Plaza, el arribo de lo que antes se llamaba “under” a la superficie comercial es un hecho que ajusta cuentas pendientes: “No me cabe duda que ´se hace Justicia´, ya que, según mi mirada, las obras de teatro más interesantes, disruptivas e innovadoras se pueden encontrar en las pequeñas salas de teatro independiente”.
Con sentido común, Sebastián Blutrach enciende una alerta: “Hay que tener en cuenta que los traspasos a salas comerciales generalmente empeoran los días de exhibición originales en las salas independientes”. Una dinámica no menor y que debe ser evaluada por las compañías. ¿Un lunes en la Calle Corrientes o un sábado en horario central en una sala de Almagro? Esa es la cuestión, casi un dilema shakesperiano. Con todo, salas como el Metropolitan ha posibilitado que las propuestas independientes ocupen sus dos escenarios durante los días y horarios de mayor afluencia de público.
Con todo, cuando el público desea expectar un material, el día y horario de exhibición no es una traba. Santiago Gobernori puede dar fe sobre esto: “Imagen velada hizo funciones los sábados a las cuatro de la tarde, un horario muy particular, y llamo la atención la cantidad de gente que asistió a las funciones, un público de lo más diverso, desde jóvenes estudiantes a grupos de gente mayor amantes del teatro; es conmovedor ver como esa amplitud generacional disfrutaba de la obra”.
Con inteligencia, conocedor del paño y cómo afecta la situación social del país en el rendimiento de las boleterías, el productor y empresario Carlos Rottemberg lanzó el verano pasado en Mar del Plata, el plan “precios amigables”, ofreciendo localidades del circuito comercial a valores que no acompañaron los elevados índices inflacionarios. El resultado fue positivo, al punto tal que este verano volverá a repetirse la hazaña.
El desembarco de producciones independientes en el territorio comercial también permite que un público masivo pueda acceder a una elevada cantidad de títulos abonando un ticket accesible.
“Las propias necesidades del circuito comercial requiere que las entradas no cuesten lo mismo que en el independiente. Tiene que ver con el tamaño de las salas y con los requerimientos de cada proyecto”, sostiene Tomás Rottemberg, mientras que su colega Sebastián Blutrach explica que “las entradas suelen ser más caras que en el off y más económicas que en el comercial, ya que se busca no perder público, pero, a la vez, poder pagar la mayor infraestructura, comodidades y personal de una sala como el Picadero”.
En igual sintonía, Andrea Stivel cuenta su experiencia: “Trato de ofrecer un precio accesible. Al no tener ninguna subvención o ayuda, no podemos cobrar lo que cobra una sala alternativa o un teatro oficial, pero sí podemos estar un poquito abajo con respecto al teatro netamente comercial”. Este verano, las entradas a las obras independientes que comenzaron a nadar bajo las luces del centro tendrán un valor promedio de $20.000.
Las grandes salas cuentan con una infraestructura que no poseen los pequeños espacios independientes. Con solo pensar las cifras en sueldos de personal, el pago de servicios como la electricidad o impuestos varios y habilitaciones, está claro que la fórmula económica es muy diferente a la de un teatro montado para una platea de cuarenta espectadores.
Con lógica inclusiva, al igual que el resto de sus colegas, Pompeyo Audivert argumenta que “el valor de las entradas es, indudablemente, un problema. En nuestro caso, hemos podido establecer con la sala descuentos muy importantes a numerosas entidades, sindicatos, asociaciones, estudiantes y promociones a 2 x1″.
“Lo más importante es encontrar un punto de equilibrio, poder hacer accesibles las entradas para el público, y a la vez, cuidar a todo el equipo”, explica Bárbara Lombardo, quien este verano producirá en el Astros Imagen Velada y La Sala Roja de Victoria Hladilo.
Indudablemente, la cantidad de propuestas hace que las temáticas exhibidas sean de lo más variadas y que el número de artistas sobre el escenario se multiplique. A pesar del tono cooperativo, si una pieza independiente logra un buen suceso en una sala de seiscientas localidades, la balanza a favor también la perciben los actores.
La actriz Lorena Vega puede dar cuenta de esta posibilidad, obras como Imprenteros, La vida extraordinaria (desde febrero nuevamente en el Picadero) o Las cautivas -todas protagonizadas por ella y, según el caso, junto a las exquisitas Valeria Lois o Laura Paredes, han sido títulos que trabajaron con localidades agotadas en espacios de grandes dimensiones.
“Creo que apostar por autores y autoras argentinas en el circuito es una gran decisión”, reconoce Leandro Airaldo, autor de esa tierna y profunda historia del hombre de campo y la profesora urbana a los que sobrevuela una mariposa como Cupido.
Pompeyo Audivert entiende que “ya no alcanza un teatro espejo, hace falta un piedrazo en el espejo que revele también esa zona misteriosa de la identidad y la pertenencia, vamos al teatro a sospechar de nosotros mismos y de nuestra realidad. En ese sentido, el pulso deseante y autónomo del teatro independiente es de una vitalidad poética notable”.
En La sala roja, una reunión de padres de colegio hace emerger las más diversas situaciones y planteos. El material fue escrito y dirigido por Victoria Hladilo, también integrante del elenco. “El humor siempre se busca, se necesita en estos tiempos, y así como en algunos espacios tiene ´mala prensa´, en el teatro comercial, en general, es un valor agregado. Pero creo que, además, si un material tiene humor, pero también te puede emocionar o hacer reflexionar, te deja huella para seguir procesando después”, sostiene la actriz.
Este verano, el Metropolitan también albergará a Paquito, la cabeza contra el suelo, uno de los materiales imprescindibles de la temporada, en torno al imaginario del vestuarista y diseñador Paco Jamandreu. Juanse Rausch es el gestor de esta idea y su director.
Rausch entiende que “las propuestas más atractivas para pasar del independiente al teatro comercial son esas que tienen un tiempo de gestación mayor del que a veces el circuito comercial se permite por costos de producción. Es decir, obras del circuito independiente que tienen un tiempo de experimentación y pensamiento en relación a la actuación, al lenguaje, a las poéticas que luego se ve plasmado en la propia obra”. Para el director, además, el teatro comercial es el que “frecuentó mayormente Paquito, protagonista de nuestra obra, así que estamos expectantes de ese cruce”.
Camila Peralta es la protagonista de Suavecita, otra pieza que generó un “boca a boca” importante, ofreciéndose durante el año en el Metropolitan. Este verano, repetirá la hazaña en ese mismo espacio: “Suelen ser propuestas que tienen una fuerte identidad autoral y actuaciones potentes y arriesgadas. Historias que interpelen y emocionen al espectador”, dice la actriz. Suavecita, potente material escrito y dirigido por Martín Bontempo, enhebra un mito y trabaja sobre él y sus poderes.
La obra La Bobe se ofrecerá en el marco de Teatro, humor y música judía, ciclo que se ofrecerá en el Paseo La Plaza. Irene Almus, protagonista de la pieza escrita por Diego Licht, entiende que “hay una emoción y una identificación que se crea inmediatamente y lo que rescato es que no sólo se produce en la colectividad judía, sino en todos los espectadores, sean judíos o no”. Desde el humor también se pueden pensar las tradiciones y los vínculos.
Precursor, ya desde los tiempos en los que programaba el Metropolitan y, en los últimos años, desde el Picadero, Sebastián Blutrach, conocedor del paño como pocos, despeja el área y encuentra en la historia reciente y en los contextos sociales algunas de las causas del “boom” de lo independiente en el territorio comercial: “La pandemia aceleró procesos al no poder abrirse las salas más chicas. Fue un campo de prueba exitoso, no solo para el off, también para artistas que provienen de redes, streamings y podcast que volcaron lo que venían haciendo en sus shows en vivo”.
El atravesamiento del teatro independiente en el circuito comercial no está al margen de las generales de la ley, aunque hacer pie en espacios de mayor masividad pueda entenderse en torno a algunas necesidades y deseos puntuales del espectador actual: “Es un misterio saber qué va a funcionar, en esto no habría que ser prejuicioso, el público está ávido de ser conmovido a una escala extra cotidiana, ya no bastan los formatos tradicionales”, cierra categórico Pompeyo Audivert.
Habitación Macbeth, Un poyo rojo, Suavecita, Las Moiras, Othelo, Paquito, la cabeza contra el suelo, Enamorarse es hablar corto y enredado, Matar a un elefante, Modelo vivo o muerto, Muerde, Las cautivas, Consagrada, ¿Qué de magnifico tiene ser yo? Teatro Metropolitan (Av. Corrientes 1343)
Ciclo Teatro, humor y música judía / La Bobe, Monólogos de la peluca, La mujer del vestido verde, Comedy moishe, Instrucciones para ser una idishe mame, La papa. Paseo La Plaza (Av. Corrientes 1660)
Imagen velada, La sala roja. Teatro Astros (Av. Corrientes 960)
Las cosas maravillosas. Multiteatro (Av. Corrientes 1283)
La vida extraordinaria, Quiero decir te amo, Parlamento. Teatro Picadero (Enrique Santos Discépolo 1857)
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