Tuesday, 25 March, 2025
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La plata del contrabando que terminó ayudando a los inundados de Bahía Blanca

Así como el periodismo pone en el candelero a aquellos jueces cuyas decisiones son controvertidas, es justo también reconocer a quienes tienen una actitud favorable, que no es usual en el mundo de la Justicia. Marcelo Aguinsky, titular del Juzgado Nacional en lo Penal Económico N° 6 de Capital Federal, ordenó la donación de 44 de millones de pesos para asistir a los bahienses afectados por la trágica inundación que azotó Bahía Blanca el 7 de marzo.

“Hay una creencia sobre los jueces que dice que somos fríos, distantes y que estamos lejos de la gente, pero la Justicia falla y resuelve para la gente. Yo lo que hice es algo que pudo haber hecho otro juez”, minimiza Aguinsky su accionar.

En una causa por contrabando, en la que se habían confiscado mesas, sillas y otros muebles procedentes de China y que se encontraban hace cinco años en un galpón de la ciudad de Buenos Aires, se decidió en diciembre último realizar una subasta digital que dejó un monto efectivo de $43.983.500. Y Aguinsky (63), con la venia del fiscal de esa causa y del director de la Aduana (José Andrés Velis) resolvió girar esa cifra a través del Banco Ciudad y destinarla al alias oficial del municipio BAHIAxBAHIA.

“Yo no busqué que esto trascendiera, pero sucedió y está bien que así sea. De alguna manera permite mostrar una cara que la Justicia no suele exhibir y que la gente no percibe. Pero a mí me movilizó lo que sucedió en Bahía Blanca, me tocó las fibras, y no pude mirar para otro lado cuando surgió la posibilidad”, hace saber visiblemente afectado.

En su explicación da cuenta de que Bahía Blanca no es un lugar más para el juez nacido en Villa Crespo. “Para mí tiene un lugar en mi corazón”, se abre ante Clarín Aguinsky, apellido que se mediatizó por investigar durante ocho años la causa conocida como “la mafia de los contenedores”.

El juez Aguinsky en su casa, delante de su colección de CD’s. Es fanático del jazz.

No es frecuente conversar mano a mano con un juez, que por lo general suelen ser personas celosas de su privacidad. Por eso escucharlo a Aguinsky sorprende. “Yo hice la colimba en 1980 en Bahía Blanca y viví allí ocho meses, con lo cual es un rincón cercano, que conozco y donde hice amigos. No sabés lo que era estar de guardia en esas madrugadas gélidas, con el casco y el fusil… Yo la pasé bien en ese período entre marzo y noviembre y Bahía me adoptó, porque era el único porteño que estaba allí haciendo el servicio militar“.

Cuando no se quedaba en el cuartel, caminaba por la ciudad y a veces se quedaba en casa de la familia Bilbao. “No me puedo acordar el nombre de mi amigo con el que estaba en el Batallón de Comunicaciones del Comando 151… Los colimbas éramos un apellido, nada más… Nuestro nombre era Soldado, pero con ese muchacho construimos una muy afectuosa amistad y sus padres me hospedaban seguido en su casa. Con él también nos íbamos a unos bailongos en General Cerri, hoy una de las localidades más dañadas por el temporal de hace dos semanas”.

General Cerri, una de las zonas más dañadas por el temporal, que el juez Aguinsky recuerda con nostalgia porque iba a bailar a un boliche cuando estaba haciendo el servicio militar. Foto Juano Tesone / Enviado especial

Designado juez en 1993 por el entonces presidente Carlos Menem, Aguinsky habla con este medio en el escritorio de su casa en Tigre. Detrás suyo hay una pared de CD’s, mayormente de jazz, género que hoy más disfruta. “Entre varios laburos que tuve, uno de los que mejor la pasé fue en la discográfica CBS, que me educó musicalmente. Allí escuchaba a Sergio Denis, Virus, Quincy Jones y descubrí al Cuarteto Imperial, que era lo que más vendía en aquella época. La música es fundamental para mí, hoy no concibo la vida sin el jazz”.

La charla con el magistrado pendula entre su labor y su vida particular. “El martes o el miércoles pude corroborar que el dinero de la subasta llegó sano y salvo a Bahía Blanca. Si es mucho o poco yo no lo sé, tampoco sé para qué se lo destinará puntualmente, sólo creo que es un monto que ayudará con algo de la reconstrucción”.

Grafica que se trata de algo simbólico, de un granito de arena “que sirve, por supuesto que no alcanza, pero quizás sería importante que otros jueces recojan el guante y, cuando tengan la posibilidad de disponer de mercaderías confiscadas en causas cerradas, puedan hacer lo mismo”.

Notificación que avalaba la transferencia de los 44 millones de pesos al municipio de Bahía Blanca.

Cuenta que está abrazado a su profesión hace más de 30 años y si bien considera “el poder que tiene un juez, ese poder no es omnímodo, sino constitucional y democrático. Yo juzgo y no es fácil hacerlo, porque mi emblema es la balanza de la Justicia. Todo el mundo opina lo que resuelve un juez y está bien que así sea, uno no se puede ofender por las críticas de gente que pueda tener un interés en esa decisión. Son años en los que uno vive tironeado por abogados y fiscales -desliza una sonrisa-. Mientras sean de buena fe, yo me llevo bien con esos tironeos“.

Casado hace 37 años, con dos hijos (un abogado y una escritora), Aguinsky vuelve al acto solidario que tomó, pero dice que no se siente ningún héroe ni modelo a seguir. “Yo soy apenas un personaje de reparto, aquí el protagonismo es exclusivo de los bahienses. Fue sentido común de un juez que, ante todo, es un ser humano con sensibilidad. Y una persona que tiene memoria y no se olvida de lo que significó Bahía”. Responde que si no hubiera ocurrido el temporal, esos fondos habrían sido destinados a rentas generales. “Por eso necesité la anuencia expresa de la Aduana”, aclara.

Cuestiones del destino, vaya paradoja, Aguinsky se encuentra realizando un curso de capacitación obligatorio del Consejo de la Magistratura sobre la Ley Yolanda, que tiene como objetivo garantizar la formación integral en ambiente con perspectiva de desarrollo sostenible y con especial énfasis en cambio climático para las personas que se desempeñan en la función pública. “En este caso es un entrenamiento para miembros del Poder Judicial, es muy exhaustivo y habla de las cuestiones climáticas que se desatan por el efecto invernadero. También creo que este curso me focalizó aún más sobre la catástrofe ambiental que sacudió a Bahía Blanca”.

Hay un antecedente que también tiene como uno de sus impulsores al juez Aguinsky: en junio de 1998 se subastó el Mercedes Benz que había comprado Susana Giménez y que se encontraba enmarcado en la causa de “autos truchos”, tras comprobarse que había ingresado al país con franquicias aduaneras para discapacitados. Aguinsky intimó a Giménez a decidirse si estaba de acuerdo o no con el remate de su auto. Le dio 48 horas y ante la aceptación de la diva se subastó. “El dinero que se recaudó fue enviado al Litoral, para ayudar a los inundados de Corrientes, por entonces arrasada por un temporal”, recuerda.

AS

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