“Cuando nos presentamos, jamás nos referimos a nosotros como un restaurant”, asegura Emilio Román. A veces es más fácil definirse por la negativa, y ese pareciera ser el caso de Lado B. Emiliano es interiorista y cocinero, y su marido, Daian Seldes, arquitecto. Hace un año que juntos armaron este espacio en un departamento de oficinas de Microcentro que funciona como un gran punto de encuentro.
“Siempre disfrutamos mucho recibir gente, armábamos comidas con unas mesazas en las que, a veces, de 12 personas que éramos sólo conocíamos a una o dos”, cuenta Emiliano. La idea de formalizar eso que pasaba espontáneamente en su casa y convertirlo en algo parecido a un negocio empezó a cobrar fuerza al encontrarse con la necesidad de Román de tener un lugar donde exibir su trabajo y reunirse con clientes.
Poner en valor
Ni estudio de diseño ni restaurant aunque un poco las dos cosas, qué iba a ser Lado B solo estuvo claro desde un principio para Emiliano y Daian. Diseñador de interiores uno y arquitecto el otro, la pareja era el equipo ideal para encarar un proyecto de esas características. Definidos en lo que querían lograr, enseguida empezaron la búsqueda de un lugar en Microcentro para darle su impronta.
“Salimos a buscar oficinas en pésimo estado. Nos gustaba que fuera en el centro porque queríamos corrernos de los barrios más instalados ¡este es un barrio que me tira mucho!”
Emiliano Román, diseñador de interiores y chef de Lado B
“Cuando llegamos acá el lugar estaba en ruinas. Llevaba muchos años desocupado y ya no tenía ni siquiera las alfombras en el piso”, cuenta Emiliano. Ubicado en pleno corazón de la ciudad, el edificio era originalmente un hotel que después devino en edificio de oficinas. El departamento que alquiló la pareja ocupa cinco oficinas que ya estaban unidas pero ellos reestructuraron.
En los dos salones las paredes se entelaron en pana de algodón y los pisos se cubrieron con alfombras de lana. La decisión que le dio mucho de su impronta estética y clima partió de una necesidad concreta: había que mejorar la acústica y bajar la reverberación.
Aunque su formación profesional no es como cocinero sino en diseño, el segundo talento de Román supera la simple afición. “Soy autodidacta, nunca me formé en esto”, asegura. Con o sin título, hace un año que en Lado B cocina a hasta 15 comensales por encuentro, que reservan su lugar para probar sus platos y disfrutar de la experiencia. “Hago una cocina muy de autor en la que mezclo técnicas más clásicas con otras contemporáneas y elementos de distintos lugares”, explica. Daian, por su parte, además de arquitecto es ceramista, y es el responsable de diseñar y dar forma a las piezas de cerámica en las que sirven sus platos.
El departamento tiene en total 110 m2. Donde antiguamente había cinco oficinas (algunas dividas por despachos) hoy funciona una cocina, un salón chico y otro grande, una biblioteca y un baño.
Dios está en los detalles
Imposible pasar por alto el detalle de los pisos en la cocina y la biblioteca: unos porcelanatos que parecen más bien mosaicos y recuerdan un poco a las veredas de Río de Janeiro. “Como el departamento no tenía los pisos originales, yo le plantee a Dai que quería hacer algo diferente. No nos interesaba poner unos pisos nuevos que no tuvieran nada que ver y teníamos la limitación obvia del presupuesto”, explica Emiliano. Daian trabaja en una constructora en la que continuamente hay un desperdicio enorme de porcelanato, la inspiración para sus pisos llegó de buscarle la vuelta a esos recortes.
“Rompimos miles de recortes de porcelanato en piezas chiquititas y empezamos a pegarlos uno por uno. La junta la hicimos con cemento y ferrite negro”
Aunque hoy hacen una comida abierta al público general cada mes, el punto fuerte está en los eventos privados. “Queremos sumar una segunda fecha mensual para extranjeros para asegurar que en los dos casos en la mesa, que es compartida, se hable el mismo idioma”, anticipan.
Amantes de la cocina pero sobre todo del diseño, la pareja diseñó cada detalle al milímetro. Daian fue el responsable de la obra mientras que en Emiliano recayó todo el interiorismo. “Muchas veces me costaba hacer entender a los clientes de qué iba mi propuesta estética en el contexto de sus casas y sus espacios. Necesitaba un lugar que me ayudara a sumergirlos en mi mundo”, cuenta el diseñador. En su doble función, el lugar se volvió un combo perfecto: las presentaciones y reuniones con clientes se acompañan con algún bocado o copa.
El mueble de la biblioteca lo hizo a medida Emiliano, tiene dos módulos tipo biblioteca y un escritorio que los une.
En el baño, el gris se combinó con un verde seco. Al igual que en los salones las paredes se entelaron.
Detrás de una puerta lila en un edificio de oficinas se encuentra Lado B. “La dirección solo la compartimos cuando se hace la reserva, nos gusta que no se sepa bien dónde queda”, aseguran sus dueños.